El liderato demócrata en el Congreso le interesa más jugar a la política con la reforma que buscar una manera de pasarla
Tanto el presidente Obama como el liderato republicano del Congreso nos dicen que existe una "pequeña ventana" de tiempo para que se apruebe una reforma migratoria en la Cámara de Representantes. Y tienen razón. Si la Cámara no pasa un proyecto de reforma antes del receso del Congreso en agosto, es prácticamente imposible que se apruebe algo este año. Recordemos que a partir de septiembre los miembros de la Cámara estarán enfocados casi exclusivamente en las elecciones de noviembre.Pero, ¿existe realmente la voluntad política en ambos partidos para hacer algo en estos dos o tres meses que nos quedan, o es esta "ventana" más bien una ilusión creada por los políticos de ambos partidos y la reforma ya está muerta? Como optimista que soy, no me atrevería a decir que la reforma está muerta, pero siendo objetivo, debo decir que definitivamente agoniza.
Basado en mi observación de cómo este tema se ha estado desarrollando en el Congreso durante los pasados meses, he llegado a la conclusión de que en estos momentos no hay un esfuerzo auténtico por parte de demócratas y republicanos para empujar un proyecto de ley de inmigración.
La Casa Blanca continúa estando totalmente ausente de toda negociación. El presidente, como ya es costumbre, sigue dando discursos sobre la importancia de que la Cámara pase una reforma, imponiendo por supuesto toda responsabilidad para que esto suceda en los republicanos, pero no ejerce su liderato como jefe de gobierno para forjar un consenso bipartidista que adelante la discusión.
El liderato demócrata del Congreso tampoco está hablando con los republicanos. Por mucho que digan Nancy Pelosi y comparsa que la reforma migratoria es el tema más importante que enfrenta el Congreso, estos no están abiertos a llegar a un acuerdo con el liderato republicano. No olvidemos que el año pasado el congresista demócrata Xavier Becerra, bajo instrucciones de Pelosi, hizo todo lo que pudo para asegurarse de que no prosperaranlos esfuerzos del grupo bipartidista de ocho congresistas que estaba negociando una reforma. Por la continuas objeciones de Becerra este grupo terminó disolviéndose.
Es evidente que al liderato demócrata en el Congreso le interesa más jugar a la política con la reforma que buscar una manera de pasarla. Prefieren incluso que la administración tome acción ejecutiva para impedir la deportación de los indocumentados a que se apruebe legislación que les dé un status legal.
Muchos demócratas piensan que si la Cámara no pasa un proyecto de inmigración, los votantes latinos culparán solamente a los republicanos y saldrán a votar en grandes números en contra de ellos en noviembre, ayudando a evitar que los republicanos amplíen su mayoría en la Cámara y retomen el Senado. Hasta ahí ha llegado el cinismo y la politiquería barata en Washington.
Los republicanos, sin embargo, no son inmunes a este mal. Aunque el líder de la Cámara de Representantes John Boehner asegura que quiere atender el tema migratorio, la mayoría de la bancada republicana se rehúsa a abordarlo este año porque pudiera antagonizar a su base más conservadora y poner en riesgo sus posibilidades de tomar el Senado de los demócratas. Y la débil excusa que dan para no actuar es que no confían que el presidente vaya a hacer cumplir la ley que pasen. Entonces,¿para qué pasar cualquier ley mientras Obama sea presidente? Cierren el Congreso y váyanse a sus casas.
Boehner, por otra parte, no está haciendo un acercamiento serio a los miembros de su delegación para convencerlos de que es importante discutir el tema este año. No se está reuniendo con ellos individualmente para conseguir su apoyo. Sus esfuerzos, como los de Obama y Pelosi, quedan finalmente en meras declaraciones públicas.
No quiere decir todo esto que no haya ningún tipo de discusión sobre la reforma en el presente. El demócrata Luis Gutiérrez y el republicano Mario Díaz-Balart están dando una batalla campal para mantener el tema vivo y poder concretar legislación que pueda pasar la Cámara. Nadie puede cuestionar su compromiso y liderato. El problema es que sin la participación activa y apoyo consistente de sus respectivos líderes es difícil que puedan tener éxito.
Solo habrá una posibilidad real de que durante esta "pequeña ventana" de tiempo se haga algo,si los líderes de ambos partidos en el Congreso empiezan a hablar entre sí y con los miembros de sus respectivas delegaciones. Para poder legislar hay que conversar, y, hasta el momento, a pesar de todos los discursos públicos de un lado y del otro, las conversaciones y negociaciones que son necesarias para que se pase un proyecto de reforma no están ocurriendo.
Los días pasan y la ventana comienza a cerrase.
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